miércoles, 31 de octubre de 2018

EQUÍVOCO




                -¿Te queda algún ataúd?- pregunta la dependienta a una compañera.

                La última palabra activa todas las alarmas en mi cerebro, un calambrazo que me recorre de arriba abajo el cuerpo y me provoca una perplejidad demoledora. ¿Dónde estoy? Juraría que en la cola del Mercadona. Delante de mí, una madre joven y su hija de corta edad que llora desconsolada, sorbiéndose los mocos y bebiéndose las lágrimas.

                -Creo que me queda uno.

                Por un momento imagino que estoy en aquella tienda de la Irlanda profunda -lejana en el tiempo y en el espacio- en cuyos estantes, mientras pedíamos  fish and chips, descubrimos, entre otros artículos inverosímiles, coronas funerarias de flores artificiales. Por un momento caigo en la fácil superchería de creer que mis obsesiones empiezan a suplantar la realidad. Trato de serenarme pensando que el Sr. Roig -un águila para los negocios- ha decidido ampliar la gama de artículos ofrecidos en su cadena de supermercados. En fin, quizá debo aceptar que se ha producido una extraña curvatura en las coordenadas de mi existencia y he arribado de pronto a una dimensión regida por la incongruencia.

                La cajera alcanza de su expositor de productos en oferta el pequeño ataúd con forma de hexágono irregular simétrico -es, en efecto, el último- y se lo pasa a su compañera. La madre lo añade a su cesta de la compra y paga. La niña ya tiene su capricho. Ha dejado de llorar y su rostro es como el sol hermoso después de una tormenta de verano. Con la fúnebre cajita en las manos se esfuerza por abrirla y sacar los bombones. Imagino que estarán rellenos de algún líquido rojo, sanguinolento -crema de frambuesa, tal vez-.

                Respiro, aliviado. El mundo vuelve a ser comprensible. Mañana es "jálouin".


lunes, 29 de octubre de 2018

sábado, 27 de octubre de 2018

SIRENAS











     Circula por ahí una extraña versión del mito de Ulises y las sirenas, que es bastante diferente de la que Homero relata y de la más moderna interpretación de Kafka. Se cuenta en ella que los marineros exigieron a Ulises escuchar ellos también el canto de las sirenas. Para no poner en riesgo el barco fijaron un derrotero circular y por turnos, de uno en uno, atados al mástil, mientras todos los demás se tapaban con cera los oídos, se les permitió escucharlas. Cuando todos hubieron gozado de aquel raro privilegio y ya el barco se había alejado lo suficiente pusieron en común su experiencia. Cada cual trató de explicar -era ciertamente difícil fijarlo en palabras- lo que había oído. Se produjo allí una sorprendente escena. No se ponían de acuerdo en describir la naturaleza de aquellos sublimes sonidos. Si uno había creído distinguir música de cítaras atravesando el aire de cristal de un palacio soñado, otro le contradecía en la seguridad de haber asistido a un coro de dulces voces de mujer o a los gemidos de placer de un cortejo de bacantes. Hubo quien afirmó haber oído sin asomo de duda la voz de su madre muerta entonando una nana y quien tuvo la certeza de que la garganta de las sirenas emitía el varonil torrente de una canción marinera. El frotarse del viento en las higueras, la rítmica obstinación de las olas, el silbido de un pájaro solitario en la enramada, el zumbido de las abejas a la hora de la siesta y hasta la pitagórica música de las estrellas fueron citados en alguno de los relatos.

     El astuto Ulises callaba y sonreía.

     -¿Qué oíste tú? –le urgían.
     
     La respuesta se hizo esperar:

  -El silencio más hermoso que jamás he escuchado. Estaba hecho de una materia inolvidable y contradictoria… Era tan profundo que en él naufragaban las palabras y hasta la música  se volvía inútil.

domingo, 21 de octubre de 2018

CUANDO EL OTOÑO LLEGA









Extraño impudor el de las moscas
muriendo sin pena en cualquier sitio
cuando el otoño llega
con pasos afelpados
y nadie reconoce sus pisadas
en las alfombras ocres del jardín ...

(De "La lenta luz de las provincias)

DURMIENTES / TRAVIESAS






Jugar con las palabras es gozoso divertimento de niños, poetas y gente ociosa en general. Mi condición de jubilado infantilizado y aprendiz de poeta me predispone triplemente a este pasatiempo. Oigo una palabra o la leo o los antojos de la memoria me la ponen en bandeja y empieza la danza. Hoy, recién levantado, mientras se despejaba la mente, una palabra ha brillado entre la niebla: durmiente.

Recuerdo la ocasión en que esta palabra, con el significado que ahora me interesa ('pieza que, colocada transversalmente al eje, une los dos carriles de una vía férrea') se me reveló, hace ya de esto muchos años. Fue leyendo Confieso que he vivido, las memorias del poeta chileno Pablo Neruda, cuyo padre era empleado ferroviario. Pensé al principio que se trataría de una de esas metáforas que brotan en su poesía con asombrosa fertilidad. Pero no: es palabra común empleada en algunos países latinoamericanos. Por cierto, que eso no anula su potencia evocadora: imaginar al tren pasando por encima de estos maderos tendidos con geométrica cadencia, como si fueran personas durmientes o manifestantes ecologistas vuelve escalofriante la escena. Bien es verdad que sobreviven indemnes, pero suponer que sigan durmiendo a pesar del estrépito que se les viene encima nos resulta inverosímil. Esto demuestra una vez más que, afortunadamente, la función poética y su perturbadora subversión del mundo no pertenecen en exclusiva a los cultivadores de la lírica.


Mi fijación con esta palabra me llevó a utilizarla en cuanto tuve ocasión. Hacia el final  del poema Canción del herido hay unos versos que dicen:  O pisaré quizás,/ una a una, sin prisa,/ las durmientes de enebro/ hasta llegar al sur,/ a un puerto hospitalario/ donde huela a azahar/ y no me alcance nunca/ el eco de esta guerra.

Estaba cometiendo un error del que no fui consciente hasta después de su publicación. Erré en el género. Según el diccionario, durmiente tiene género masculino. Por asociación con traviesa -la palabra que empleamos en España para designar ese mismo elemento- convertí la palabra en femenina. Y aquí surge otro lúdico paralelismo: si ser o estar durmiente formando parte de las vías del tren es sumamente improbable, algo parecido ocurre con su sinónima. ¿Qué clase de travesura puede cometer una traviesa, sujeta y bien sujeta con pernos a los dos raíles? Y mejor que así sea, porque cualquier travesura podría hacer descarrilar al convoy. Ni durmientes ni traviesas; sometidas e insomnes. Salvo aquí, donde el abandono es un largo sueño del que nunca se despierta.

En esta provincia de vías desmanteladas o -lo que es más cínico- de líneas férreas a las que con cálculo cruel se deja morir en lenta agonía para cargar las culpas a la desafección de los viajeros,  especular con la realidad cada vez más imaginaria del tren es un pobre consuelo que llega siempre cargado de una dulce amargura. (Y perdón por el oxímoron).






jueves, 18 de octubre de 2018

EL RAYO VERDE






El  anónimo muchacho de la foto,  que se quema los ojos mirando de frente el crepúsculo sobre el lago de Hyde Park, quizá no ha oído hablar del Rayo Verde. 

Eso no impide que, oscuramente, esté esperando verlo.

lunes, 15 de octubre de 2018

LA BRAMA




           Se quedaba dormida en cualquier sitio, menos en la cama. Se quedaba dormida a cualquier hora, menos por la noche cuando se acostaba. A nadie le importaba, nadie iba a echárselo en cara. El tiempo, para ella, era una materia pastosa y uniforme, como si a las ruedecillas del reloj se le hubieran caído los dientes.  Además, el sol de la tarde, un sol de otoño tierno y dulce, resultaba irresistible. Se fue quedando dormida sentada en la silla de plástico, en un rincón del huerto, a la sombra del nogal, con los ojos en el monte. Tuvo un sueño de juventud, un relámpago de lumbre en su carne apagada.

            Cuando despertó, desde la sierra, le llegó el eco de la brama y el chocar de cuernos de los ciervos disputándose las hembras.

viernes, 12 de octubre de 2018

TRAGAPERRAS







Hay palabras tan contundentes que no necesitan aclaración. Quien creó este término compuesto no pretendió ser original ni embellecer el concepto. Diríase que era alguien que odiaba estas máquinas porque con su voracidad habían causado grave quebranto a su peculio. Es posible que a algunos hablantes muy jóvenes o de fuera de España haya que explicarles el sentido de 'perras' por 'monedas de escaso valor' y por extensión 'dinero'. Queda ya muy lejos el año 1870 cuando se emitieron aquellas monedas que llevaban grabado un león heráldico de dudosa factura que el pueblo llano 'degradó' en 'perra'. De ahí el nombre con que se conocieron estas monedas.

En nuestra época, tan dada a evitar llamar a las cosas por su nombre, "tragaperras", palabra popular donde las haya, no encaja. Suena rancia, viejuna, como de bar oloroso a fritanga, a vicio cutre. Y si de lo que se trata es de promocionar el juego virtual, - ese caramelo envenenado con el que están incitando a la ludopatía a tanta gente- hay que buscar otro vocablo. Y, por supuesto, recurrimos al inglés y hablaremos de "Slots" ('ranura') palabra que suena fina, moderna, aséptica. Quede la antigua, desfasada y rotunda 'tragaperras' como una antigualla. La moderna esclavitud generada por las pantallas no acepta palabras tan largas ni tan significativas.

Ilustramos esta entrada con una fotografía tomada en un salón de juegos británico, en un pueblo de la costa este, una tarde desapacible de septiembre, junto a una playa vacía y un mar sin amigos. La "agria melancolía" de la escena se ve reforzada por la presencia de esos taburetes, tan kitsch, tan incorrectos que acaban siendo inquietantes, como obra de un descuartizador por encargo. Unas piernas de mujer que aguardan el complemento de quien se sentará en ellos y creará por unos momentos un ser híbrido, una extraña criatura con piernas de bailarina, de patinadora o de artista de circo y con torso y busto de jugador/a. Un verdadero monstruo.











martes, 9 de octubre de 2018

VARIACIONES POÉTICAS





Más dotado para la teoría que para la práctica poética, gustaba Virgilio Arancón de trabajar sobre materiales ajenos, extrayendo de ellos, mediante leves pero significativos cambios, nuevas vetas de lirismo o inquietantes reflexiones. Le encantaba enmendarle la plana a los intocables. Es lo que hizo con el comienzo de un conocido poema de Juan Ramón Jiménez:

Y yo me iré.
¿Y se quedarán los pájaros
cantando?


Y con otro poema de A. Machado:

Caminante, no hay destino
sino bromas del azar.
Caminante no hay destino,
vives de casualidad.
De casualidad vivimos
y al echar la vista atrás
todo lo que hemos vivido
se nos antoja irreal.

sábado, 6 de octubre de 2018

PARRA VIRGEN









Los primeros síntomas de la enfermedad llamada otoño aparecen como una bella mutación: un rubor adolescente, esos colores carnales sobre la monotonía del verde. La parra virgen, de memoria tan frágil, lo vive ilusionada, como una primera vez. Parece desconocer la desnudez, el despojamiento que trae consigo la estación. 

Cómo no citar las palabras de Rilke en su primera Elegía: "Lo hermoso no es más que el comienzo de lo terrible". 







miércoles, 3 de octubre de 2018

EL PINTOR DE TORMENTAS





                                                                               JMW Turner, Snow Storm, Tate Britain



   Cuenta la leyenda que el pintor pidió a la tripulación del barco que lo atara al mástil mientras durara la tormenta para así poder observarla en  todo su poderío sin que el miedo lo obligara a bajar a cubierta. Quería capturar el desgarro del cielo, la lucha de la luz y las tinieblas, los abismos del mar encrespado, la fragilidad conmovedora de la nieve y el desamparo del navío. 

    Y puede que esto sucediera así, pero no cabe descartar que, como Ulises con las sirenas, lo que en realidad temía Turner era dejarse arrebatar, si nada se lo impedía, por el ronco, irresistible, canto de las olas embravecidas y por los tenebrosos colores de la tempestad.