Observador metódico y melancólico de la vida en los parques
-un ecosistema del que se sentía excluido-, Ángel Aguado llegaba a conclusiones
tan triviales como peregrinas:
-¿Por
qué ese empeño en que una de las primeras cosas que aprendan los bebés sea decir adiós con sus torpes manitas?
-El
inútil afán de los columpios, condenados a abortar siempre el vuelo, parece una
primera y cruel lección de realismo para los niños.
-Esa
pareja se besa como si no hubiera un mañana. Y mejor que sea así, porque están
en lo cierto. No hay mañana para los besos que no se den hoy.
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