viernes, 16 de junio de 2017

CHOQUE DE TRENES 2

             "Hacía tiempo que los trenes viajaban por la misma vía en dirección contraria, sin aminorar su marcha, simulando desconocer la presencia del otro. Afortunadamente el país era llano, sin apenas accidentes orográficos, una especie de desierto que ningún geógrafo había sido capaz de identificar, y la línea férrea se estiraba en una recta ilimitada que llenaría de hastío la mirada de cualquier improbable espectador. El encuentro siempre parecía lejano, una catástrofe constantemente aplazada que los cronistas del momento glosaban en cíclicos artículos y tertulias hasta producir, por saturación, una aguda sensación de irrealidad.

            Pero el peligro era real, tan real como la incapacidad de los responsables de evitarla. Afortunadamente, la teoría del caos, aliada con la casualidad y la libertad de decisión de los dispositivos de inteligencia artificial, estaba empeñada en corregir el entuerto. El efecto mariposa se manifestó en su más precisa literalidad.

             Cuando la distancia de los trenes era tan pequeña que, por fin, alcanzaban a verse el uno al otro, una rara mariposa en peligro de extinción se posó, majestuosa, en mitad de la vía. Los sofisticados sistemas de pilotaje automático entendieron aquello como una prioridad y para no aplastar tan preciada criatura activaron los frenos. Como desafiándose, las locomotoras quedaron separadas por escasos palmos de distancia y, en medio, la mariposa, con las alas quietas esperaba y disfrutaba de su poder. Aquellas poderosísimas máquinas se habían detenido al conjuro de la belleza de sus alas. 

             En cada vagón viajaba un lepidopterólogo (ambos bandos habían embarcado especialistas de las más inesperadas disciplinas para no estar en desventaja),quienes estuvieron de acuerdo en ponderar la gracia etérea de aquel ejemplar único. Una gran concordia podría haberse alzado sobre la frágil base de aquella coincidencia en la hermosura, pero el diablo de la controversia, que no descansa, había dispuesto otra cosa. Resultó que cada uno de ellos advirtió en el dibujo de las alas, en la composición colorida de sus escamas, el dibujo de sus respectivas banderas y, presos de la pasión que divide, quisieron hacer del animalillo el emblema de su exaltado fervor..."


              La última escena que imaginamos para esta variante del relato nos presenta a dos turbas de individuos rivales corriendo por una llanura de esquemático horizonte tras una mariposa de peregrina belleza.

             Llegado a este punto el narrador contempló su obra y, como siempre le ocurría, no supo qué pensar. Por un lado, la historia le parecía alambicada, un poco cursi. Por otro lado, le agradaba que el desenlace se bifurcara a cada nueva posibilidad. ¿Logrará alguno de los grupos cazar a la mariposa? ¿Cuál de ellos? ¿Cómo reaccionará el perdedor? ¿Llegarán al mismo tiempo y en su afán por poseerla la desgarrarán irremediablemente? (Este era el final que más cuadraba con su ánimo atrabiliario) ¿Escapará la mariposa y los combatientes, exhaustos después de la persecución, se mirarán unos a otros, se sentirán ridículos por lo insignificante de su disputa y cesarán las hostilidades?...

                                                                                                                                  (Continuará...)

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