Al esplendor ajenas del otoño,
rumiando el lento pasto de noviembre,
cabizbajas y cuerdas.
Ajenas al milagro de los robles
encendidos como antorchas al sol.
Indiferentes, ciegas
a la luz que se inmola a cada instante
sobre la tierra generosa
que pisan sin sentir, como se pisa
la broza de los días más inútiles.
Al fluir de las horas, a la historia del cielo
indiferentes,
a la belleza inquieta de las nubes
que dan sombra a sus cuerpos de estatuas vespertinas.
Vacas en Valonsadero. Tan humanas.
(De La lenta luz de las provincias, inédito)
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