ROBLE VIEJO EN VALONSADERO
Para todos y para cada uno
tiene la primavera una mirada.
hoy, treinta de abril,
he vuelto a ver violetas en el
prado
y su perfume espectral, tan leve,
aupado por la brisa
ha conmovido mi memoria leñosa.
El susurro del agua en un arroyo
improvisado
traía notas de una canción
antigua
que olvido cada año
para que su placer no se haga
hábito.
Y en la hormiga oscura
que me recorre, afanosa y
metódica,
bajo sus tristes patas de
soldado,
he percibido un vibrar alegre,
el frenesí contagioso de la
danza.
Mientras zumba el moscardón
endrino
ávido de las primicias del polen
y el mirlo flirtea entre la
hierba
y el frío abdomen del lagarto se
solaza
en el asfalto tibio del carril,
los perros más soberbios hacen
cola
esperando los favores de Kira,
la hermosa chucha vagabunda,
Jóvenes patinadoras de piernas
infinitas
se deslizan como ninfas a mi
lado.
Ya han repuesto el grifo de la
fuente
para aplacar la sed de los
atletas,
y una mariposa, la pionera,
-tan impaciente que debió
conformarse
con una sola mano de pintura
amarilla-
revolotea, monocroma y feliz,
entre mis brazos de Tántalo.
Supuran los espinos
una ternura anómala
No llegarán hasta mí, traídas por
el viento,
las cenizas de ningún crematorio
ni el soplo helado que anida en
las cumbres.
Si algo me tocó
de la esencia de Dios en el
reparto
ha de ser esta plétora.
Practico el secreto de la vida,
repito su milagro
como una lección bien aprendida,
empujo la materia,
su inerte melancolía,
hacia la cima del ser.
Pero no sé comunicarlo.
un hombre está leyendo el mundo
como si fuera el poema de
Lucrecio
y, usurpando mi voz, me expresará
con palabras felices rescatadas
de versos arruinados.
Definitivamente, hoy,
un treinta de abril,
ha vuelto a sonar la flauta de
Pan
en mis oídos duros
de roble. Y estoy listo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario