viernes, 31 de agosto de 2018

ESTORNINOS









          Al caer la tarde nubes negras de pájaros sobrevolaban la ciudad. Había un griterío ensordecedor, un fragor de batalla sobre los árboles del parque. Hasta que todos se acomodaban no cesaba la algarabía, las disputas, los picotazos. Una extraña jerarquía imponía orden, preferencia, cada uno a su sitio de la rama. Los niños y los viejos miraban al cielo con la aprensión de estar asistiendo a una plaga bíblica. En un momento dado -podía tardar más o menos pero siempre llegaba- la negrura dudosa de la noche imponía su reinado. Era una orden que solo ellos oían, un silencio unánime y repentino. El sintecho se estiraba en el banco, escondía el tetrabrik con la exacta cantidad de vino para el desayuno y se quedaba dormido en el mismo mundo oscuro de los pájaros. Los árboles se doblaban, abrumados por una cosecha de negros frutos. La noche de verano transcurría con suavidad de seda. De golpe un chillido de alarma, el aviso inconfundible de la llegada del peligro. La bandada, a medio despertar, huyó despavorida, sin mirar atrás, un cardumen de sonámbulos en pánico.

                Solo un pájaro permaneció en la rama. Había soñado que un halcón se cernía amenazante sobre ellos. Y había gritado. Cuando abrió los ojos, estaba solo, sin poder compartir con nadie el inmenso temblor de su pesadilla.

                El sintecho, como cada mañana, se despertó despacio, y tentó bajo el banco buscando el cartón. Estaba llovido de excrementos, sucio como palo de gallinero.





martes, 28 de agosto de 2018

MITO DE LA CAVERNA 3.0




-Ahora imagina unas personas delante de una pantalla. Se encuentran así desde su niñez, sujetos por cadenas invisibles que los inmovilizan, de tal manera que no pueden apartar su mirada de ella y no ven más allá. Las únicas imágenes les vienen de esa pantalla y la realidad, a su derecha y a su izquierda, delante y detrás de ellos, les resulta invisible.

-Es esta una extraña escena y unos extraños prisioneros.

-Se parecen a nosotros. Y ante todo, ¿crees que en esta situación verán otra cosa de sí mismos y del mundo que las sombras proyectadas en las pantallas?

-No, puesto que se ven forzados a mantener la cabeza inmóvil.

-En resumen, ¿estos prisioneros no atribuirán realidad más que a estas sombras?

-Es inevitable.

-Y si les arrebatáramos a viva fuerza la pantalla y los llevamos por el sendero duro y escarpado de la abstinencia digital, ¿esta violencia no provocaría sus quejas? Y lo que es peor ¿no tenderían a creer más real las sombras que veían y oían en sus ventanas electrónicas que la realidad que transcurre ahora antes sus ojos?

-Sí, por Zeus.

sábado, 25 de agosto de 2018

GLADIOLO










La etimología no dejará de sorprendernos.

¿Qué tienen en común dos palabras tan aparentemente distantes como 'gladiolo' y 'gladiador'. Parecen hermanos empeñados en tomar caminos muy diferentes: una flor y un luchador. Delicadeza, belleza, lozanía, por un lado; ferocidad, rudeza, muerte, por el otro. Comparten madre, origen: la palabra latina 'gladius' que significa 'espada', un arma que probablemente adoptaron los romanos de sus enemigos celtíberos. Debió de ser la forma de las hojas de la planta lo que llevó a algún naturalista antiguo a bautizarla con ese nombre diminutivo que aparta lo hiriente: 'gladiolus', espadita.

"En el aire se batían/ las espadas de los lirios", escribe Lorca en su Romance de la casada infiel, metaforizando en este caso otra planta bulbosa de cierto parecido con el gladiolo. A veces los poetas saben sin saber. Si para el Conde de Lautréamont la belleza se define como "el encuentro fortuito de una máquina de coser y un paraguas en una mesa de disección", la imagen de un gladiador enfrentándose a su enemigo blandiendo un vara florida de gladiolo tampoco deja de ser peregrina.

Hay un genio escondido en el país de las palabras que disfruta jugando con ellas, creando extraños vínculos donde duerme la semilla de la poesía.

miércoles, 22 de agosto de 2018

HÁMSTER





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                Aunque resulte difícil de creer, era feliz el hámster en su jaula, moviendo sin cesar la rueda que a ningún sitio conduce. Hay que decir en su descargo que, en sus anteriores vidas, de las que tenía oscura memoria, había sido niño hiperactivo mal diagnosticado, filósofo existencialista, oso perezoso y lapa de roca, entre otros avatares.

domingo, 19 de agosto de 2018

PERDER LAS ALAS


       







          El idilio del jardín es cosa de humanos. Si nos ponemos los ojos de ver lo pequeño pronto se nos aparecerá la trama áspera de la existencia, esa voluntad ciega de vivir que no repara en astucias, galanteos o esfuerzos; que no ahorra en belleza, ni en crueldad ni en desvaríos. A cada momento, tragedias de sabor clásico, diminutos dramas y farsas carnavalescas tienen lugar en los escenarios de la tierra, del aire y de ese espacio intermedio que ofrecen las copas de los árboles.








           Estas hormigas congregadas en la hierba del jardín son jóvenes adolescentes a quienes acaba de llegar la madurez sexual. Bullen como quinceañeros a la entrada de una discoteca, con el fervor del deseo por estrenar, con la energía gozosa y descerebrada del instinto virgen. Les han nacido alas, alas de insecto, de delicada materia. Alas desechables, de un solo uso, de obsolescencia programada.  Alas de quita y pon. Pronto alzarán el vuelo y ensayarán cópulas acrobáticas en el aire. Una danza nupcial pecaminosa, el vals más desinhibido que pueda imaginarse. Después perderán las alas. Las hembras emigrarán a formar un nuevo hormiguero y los machos, muy probablemente, no sobrevivirán a la brutal entrega del apareamiento. Para ellos el orgasmo -si es que este concepto tiene aquí sentido- no es la "pequeña muerte" que dicen en francés sino una muerte atroz en que una parte de su anatomía es desgarrada y asimilada al cuerpo de ella para favorecer la fecundación.

       Ambos, hembras y machos, pagan un precio elevadísimo por unos instantes de éxtasis. Ellos, la muerte. Ellas, la esclavitud a la tierra, su condena a convertirse en productoras de huevos. Todos, ellos y ellas, se han quedado sin cielo.

       Hay alas que -rememorando a Blas de  Otero- apenas esconden su vocación de cadenas.




viernes, 17 de agosto de 2018

DOS UNIVERSOS




Siempre que abría los ojos al despertar o los cerraba al irse a dormir tenía la impresión de cambiar súbitamente de país; más aún, de mudarse a otro universo donde solo tenía vigencia la la ley de la levedad. Tan distinto el adentro del pensamiento o el sueño y el afuera de lo visible. Y separados tan solo por una delgada y frágil e imprevisible frontera: los párpados.

martes, 14 de agosto de 2018

ENCICLOPEDIA








En aquellos años
teníamos que mancharnos para escribir,
los mapas nos parecían intocables,
todo el mundo cabía en un solo libro.
La ingenuidad nos protegía de los estragos
del tiempo y de la lucidez.






sábado, 11 de agosto de 2018

EL ESTILITA





     Había pasado más de media vida en lo alto de su columna, contemplando el cielo de cerca, la tierra desde la altura, alimentándose del pan que le ofrecía el cuervo, bebiendo el agua que la escasa lluvia depositaba en el cuenco de su mano, modelando de mil formas el silencio, rechazando una a una las tentaciones del Maligno. Cuando se creyó preparado -la barba le colgaba como un río invertido-  sus discípulos lo ayudaron a bajar y se dirigió a la plaza pública para comunicar al mundo su Verdad.

     Algo inesperado sucedió entonces: se le había olvidado hablar.




miércoles, 8 de agosto de 2018

domingo, 5 de agosto de 2018

PECOREAR









     Con su floración explosiva, el tilo se ha convertido en una factoría rumorosa, un telar del siglo XIX, una maquiladora en la frontera mejicana. Así sonaba antes el trabajo en las fábricas, como este bordoneo febril de las abejas, avispas y abejorros acaparando néctar.

     Pecorear. Me he hecho con esta palabra hace poco y no sin cierto reparo. Procedente de un término latino ('pécora', plural neutro de 'pecus' -cabeza de ganado, res-, que en castellano hemos adoptado como si fuera singular), las connotaciones que despertaba en mí ("¡Eres una mala pécora!" y otras expresiones semejantes inaceptables desde los actuales códigos de corrección lingüística) me hacían mirarla con recelo. Y es verdad que a 'pecorear' le ha llegado algo de este valor despectivo, pues significa también 'Hurtar o robar ganado' -oficio de cuatreros- y 'Saquear' -triste costumbre de soldados en desbandada-. ¿Cómo equiparar el robo o la rapiña, con esta armoniosa labor organizada de las abejas? Las abejas pecorean, liban en las flores del tilo. ¡Tópica imagen bucólica!

     La doble cara de las palabras. Quedémonos con esta azucarada ocupación de los insectos y con la promesa de una miel -la miel de tilo- tan dulce como sedante, y desechemos sus otros significados.









jueves, 2 de agosto de 2018

ATARDECER






Atardeciendo.
Un triste sol de paja
sobre el rastrojo
en vano intenta
consolar de la pérdida.