jueves, 27 de julio de 2017

DIAMANTE (II)

La transparencia, Dios, la transparencia. ( J.R.J.)




                Siempre la buscó. Era un poeta enamorado de la pureza. Dejó muy claras sus últimas voluntades y el dinero para llevarlas a cabo. Lo que quedara del cuerpo que había albergado su conciencia escrupulosa y clarividente debería alcanzar esa perfección que se le resistía en los poemas. Diez mil euros les costó el capricho a sus herederos. Pero algo falló. La luz atravesaba el fulgente diamante en que se habían transformado sus cenizas y revelaba una sombra indiscreta y turbia, de espurio metal,  que a días parecía la silueta de un cisne irónico y a días un signo de interrogación.

                El marcapasos, el fiel auxiliar de su corazón fatigado por un trabajo tan extenuante en persecución de la esquiva belleza, encontró la manera de vengarse de él para toda la eternidad.


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