Cuenta Diógenes Laercio que Tales de
Mileto, por ir mirando al cielo hacia las Pléyades, cayó en un pozo. Una joven
esclava se rio de él.
Muchos siglos después, la carcajada de
la muchacha, multiplicada en muchas gargantas, sigue atronando. Sigue siendo difícil
resistirse a la hilaridad que provocan los banales tropiezos ajenos, sobre todo si son de
un sabio.
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