Momento 1 (1827):
En el centro de Alemania, cerca de
Weimar, sobre una colina crece un frondoso roble. Sentado bajo su copa Goethe
admira el paisaje circundante y experimenta unos instantes de plenitud.
Momento 2 (1937):
Algo más de un siglo ha pasado.
Cuadrillas de obreros presos y malnutridos clarean el bosque para construir unos
barracones. Alguien entre los capataces cree identificar el legendario árbol de
Goethe: «¡No lo cortéis!», ordena. El roble se salva de la tala y se alza
solitario en mitad del campo de concentración de Buchenwald.
Momento 3 (1943):
La maquinaria de la explotación y de
la muerte funciona a pleno rendimiento en Buchenwald. Algunos presos son
ahorcados de las ramas del roble que, a estas alturas, es un seco esqueleto sin
hojas.
Momento 4 (1944):
Un terrible bombardeo aliado sobre el
campo causa muchas muertes. Las llamas abrasan lo que queda del roble. Del
tronco carbonizado sólo el corazón de duramen sobrevive. Bruno Apitz —un
veterano interno comunista del campo—, burlando la vigilancia de los carceleros
y a riesgo de su vida, talla en un trozo de esa madera un bajorrelieve con
aspecto de máscara mortuoria al que denomina «El último semblante».
Momento 5 (2024):
La escultura puede contemplarse en el
Museo Histórico Alemán.
(La información para redactar esta
entrada ha sido extraída de El eco del tiempo, de Jeremy Eichler,
Editorial Paidós, Barcelona, 2024)
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