martes, 23 de julio de 2024

POMPAS Y BURBUJAS

 

Aquel joven de aspecto extranjero había encontrado una sencilla forma de ganarse la vida en su vagabundeo nómada de ciudad en ciudad. Buscaba una plaza concurrida y allí instalaba su pequeña industria de fantasía: un balde con agua jabonosa y dos largas varillas unidas en un extremo por una cuerda doble eran lo único que necesitaba para fabricar aquellas grandes, caprichosas, irisadas y efímeras pompas de jabón. Los niños que se arracimaban a su alrededor disfrutaban viéndolas volar, cambiar de forma y, finalmente, deshacerse sin ruido; pero lo que más les gustaba, una vez pasado el primer momento de asombro, era perseguirlas y hacerlas explotar. Las monedas de los padres —agradecidos por esos breves momentos de liberador entretenimiento— caían en el cestillo con un tintineo jovial.

Aquel muchacho extranjero se sentía un emprendedor, un agente de bolsa, un agiotista rehabilitado, un especulador benéfico, un experto en amable ingeniería financiera:  creaba hermosas burbujas que a nadie perjudicaban y dejaban en el aire una nota de olor a limón.

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