No se desquiciará si no lo sacas de
paseo y si lo sacas no tendrás que ir detrás de él con la bolsita de
excrementos. No se enzarzará en peleas con otros congéneres. Es sobrio y
austero, muy económico. No tienes que darle de comer y en vacaciones puedes
dejarlo solo en casa: a tu vuelta te recibirá como siempre, sin el menor gesto
de desagrado. No enferma, no tienes que desparasitarlo, ni esterilizarlo, ni
llevarlo al veterinario. No deja pelos en el sofá. No te abandonará ni huirá
por los tejados siguiendo la llamada del instinto. No se orina en el pasillo. No
necesita caricias. No es celoso. No provoca alergia. Jamás se enfada o
enfurece. No molesta a los vecinos con ladridos, gañidos, maullidos, ronroneos
o trinos desaforados porque habla muy despacio, al oído, en silencio, sólo para
ti si así lo quieres. Le sienta bien el paso de los años, como a los mejores
vinos, no pierde fuerza ni vigor. No sufrirás por su muerte; de hecho, es
seguro que te sobrevivirá.
Siempre te está esperando pero nunca
te reprochará tu indiferencia: Tiene una paciencia infinita.
Ya lo habrás adivinado: El libro,
el mejor animal de compañía.
(Tiene también sus pequeños defectos: no hace monerías, no es especialmente fotogénico,
no da mucho juego en Instagram, sus vídeos no lo petan en Tik Tok: Nadie es
perfecto.).
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