miércoles, 14 de agosto de 2024

EL GRITO

 


Siempre que contemplaba este cuadro su sensibilidad sinestésica le provocaba irremediablemente el mismo efecto: oía el grito desgarrado de esa figura apenas esbozaba, con cuerpo de larva y cráneo de calavera. Creía compartir su dolor, su desesperación. Pero un día leyó que, en realidad, la imagen, según explicaba el pintor, refleja a alguien que se tapa los oídos para no oír un grito. Desde entonces miró el cuadro con ojos nuevos. Se fijó en las manos que enmarcan el rostro y tapan los oídos; reparó en el gesto de asombro horrorizado del óvalo de la boca. Tuvo que admitir que todo encajaba en aquella interpretación. Pero él seguía oyendo un grito cada vez que miraba el lienzo. Ya no se hacía ilusiones; era su propio grito interior, ese que no deja de escucharse aunque te tapes bien los oídos. Y el rostro de pánico del personaje de Munch acabaría siendo su propio rostro. 

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