El hombre empuja un cochecito de niño buscando
el lado en sombra de la calle, como aquel a quien le sobra el sol aunque esté
es un lugar de playas largas donde se broncean las pálidas pieles de la gente
del norte. Su rostro cetrino, curtido por la intemperie, trasluce la dignidad
estoica de quien ya nada ambiciona. En la placita fresca donde un ficus gigante
alardea de barbas, se cruza con el barrendero de verde uniforme que parece
surgido de la penumbra.
BARRENDERO.- ¿Qué tal va el bebé?
HOMBRE DEL COCHECITO.- De momento no se queja.
Y el hombre sonríe al desgaire, y continúa
empujando sin rumbo su cochecito. En un hombre caracol con su casa a cuestas,
con todas sus pertenencias en unas pocas bolsas. Para él el futuro no es un
bebé sonriente al que hay que alimentar sino un barullo de trastos desbaratados
que nada piden.
No hay comentarios:
Publicar un comentario