Sin poderlo remediar, al paseante solitario le llegan fragmentos de conversaciones ajenas. Alguno de ellos se le queda enredado en los oídos, anida allí un rato y acaba fructificando.
Ayer, mientras pasaba a su lado, una mujer que charlaba con una amiga iba exclamando:
-¡¿ Pa' qué tanto?!
Al paseante solitario esta frase extraída de su contexto y elevada al rango de lema le pareció un diagnóstico exactísimo de este tiempo y esta sociedad basados en la cantidad, en el exceso, en el despilfarro.
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