Es un nativo digital 6G, en la feliz
época del Internet de las Cosas y de la IA.
Se levanta cuando la voz aterciopelada
de Alexa, que imita la de su madre, lo despierta, le da los buenos días, le
pone música. Las persianas, atentas, se alzan sin ruido dejando pasar una suave
claridad. Las puertas se abren a su paso como si tuviera poderes mágicos. La
ducha se gradúa sola a los grados justos. La pantalla del frigorífico se enciende indicándole qué debe
desayunar. El termostato inteligente sabe qué hacer con la temperatura de la
casa (el pronóstico del tiempo avisa de una ola de frío). La agenda del móvil
le lee las tareas que debe llevar al colegio. El holograma de su padre le envía
un beso desde la pared. Cuando sale fuera la alarma se conecta sola.
Mientras cruza el jardín, a Huguito se le
antojan unas cerezas. Se las pide al cerezo. Este no se da por aludido. Es
invierno.
Frustrado, desde el asiento del autobús escolar
autónomo, le dicta al móvil: "Recuérdame que les diga a mis padres que ese árbol
no funciona".
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