Tan solo una letra separa 'poeta' de 'profeta'. Y es muy fácil el salto.
Virgilio Arancón, poeta menor que no figura ni figurará en ninguna antología, movía su perezoso motor creativo con gasolina ajena. Trabajando sobre textos de otros, practicando una intertextualidad rayana en el plagio, acertaba a veces a predecir. Él no podrá disfrutar de estos aciertos, de esa vena profética que vuelve tan actuales estas dos humoradas suyas que tienen un tema común: LA SED.
La primera de ellas parte de un conocido proverbio machadiano:
Bueno es saber que los vasos
nos sirven para beber;
lo malo es que no tenemos
con qué apagar nuestra sed.
En la segunda se apropia sin permiso del título del poemario de su amigo César Ibáñez, La ruta de la sed, para construir este contrahecho haiku:
"Sobra una a
en Ruta de la Seda",
dijo el camello.
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