Cada generación crea sus modismos
lingüísticos, sus tics idiomáticos, sus peculiaridades expresivas, algunas
perdurables, otras efímeras. En mi juventud proliferó ‘tío’ como omnipresente
vocativo igualador (y parece que pervive, aunque últimamente asoman con
frecuencia –quizá influencia del ‘rap’ y de las culturas afroamericana y
caribeña- ‘hermano’, ‘brother’ y hasta ‘bro’). Menos suerte parece haber tenido
‘tronco’; por el contrario ‘guay’ resiste y también ‘molar’ o ‘flipar’.
A poco que uno tienda la oreja hacia el habla
de los más jóvenes tropieza hoy con un sintagma tan frecuente como enigmático
para el profano: “en plan…” Se diría que tiene un carácter explicativo, aclaratorio, similar a "o sea", pero como ocurre con muchos de estos artefactos lingüísticos al final parece
servir para todo y para nada.
A los que estamos por edad ya muy lejos de esa
franja de la población se nos nota enseguida la impericia a la hora de colocar
el citado sintagma, igual que a los extranjeros se les atraganta la dificultad
para el uso apropiado de los tacos. No importa que lo hayamos oído muchas
veces, no somos hablantes nativos de ese dialecto y eso no tiene remedio.
Juzgue el amable lector:
“Se presentó en mi fiesta de cumpleaños con
unos pantalones cortos y una camisa de flores, en plan chico surfero. Y yo, en
plan, ¿de qué vas tío?, que estamos en enero. Y él haciéndose el despistado, en
plan ¿no había que venir disfrazados? Me trajo de regalo un disco de vinilo de
un grupo sesentero, en plan vintage, y yo en plan, se lo daré a mi padre y él
se mosqueó en plan ofendido…”
Queda claro que 'en plan' ya no es para mí.
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