lunes, 23 de mayo de 2022

EL ASCENSOR

 


Cuando aflojó la pandemia, volvieron los tertulianos, nuestros queridos complementarios, a celebrar sus reuniones en presencia, esos cónclaves casi cardenalicios sin humo ─tan lejanos aquellos tiempos en que las volutas de los cigarros envolvían las conversaciones─ y con renovados bríos retomaron sus disputas casi teológicas, sus logomaquias, ese afán inocente de arbitristas de solucionarlo todo, de pasarlo todo por el tamiz de sus mentes especulativas.

El tema en el que se enredan hoy tiene algo de sociología barata y de auténtica preocupación por el futuro de las nuevas generaciones: el cacareado fin de la meritocracia, el regreso al sistema de estamentos del antiguo régimen.

─Se ha averiado el ascensor.

─¿Qué ascensor?

─El ascensor social, hombre. Ese que permitía subir en la escala social, mejorar de clase y condición.

 ─Siempre nos quedará subir por la escalera.

 ─¿¡Qué dices?! Eso requiere esfuerzo. Y el esfuerzo está mal visto, solo contribuye a perpetuar desigualdades, según los modernos estudiosos.

─Ya lo dijo el poeta: «Lavorare stanca».


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