Es
débil criatura:
las
caricias demoradas del sol,
el
beso de la lluvia, el abandono,
el
simple paso de los días
son
una enfermedad
para
su cuerpo pálido.
Pero
no se entristece
cuando
dice su adiós.
No
habrá estertor sino silencio
-un
silencio de átomos en fuga-
al
cambiar de avatar
cediendo
al engaño del calor.
Le
nacen pies o alas,
sobre
la tierra fluye,
quizá
vuelva a ser nube.
Mientras
pierde su nombre
yéndose
con el agua
que
hará posible el trigo
confía
en su providencia,
en
la rueda impasible de los cambios.
Sabe
que con su entrega
serán
más fértiles los campos,
será
la primavera más hermosa.
Así
muere la nieve,
regalándose.
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