Si hace unos días era 'rachizo' la palabra que regresaba a mi memoria desde los arrabales de la infancia, hoy, al salir a la calle y ver esos carámbanos como puñales, esas estalactitas de cristal moqueando desde los canalones en los tejados he pensado: 'chupiteles'.
Tampoco es de uso común, pero sellada como está a los recuerdos de aquellos inviernos de brasero y sabañones, no la cambiaría por otra más académica. Tiene algo de capitel o chapitel, de adorno arquitectónico, y también quiere emparentarse con 'chupar' pues, en efecto, algunos de estos chupiteles los arrancábamos y los chupábamos como si fueran helados. No tenían sabor, naturalmente. Si acaso ese regusto soso a agua del cielo y esa quemadura paradójica del hielo en la lengua.
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