Llegó tarde al otoño de las hayas
(era un año de tiempo enloquecido).
Ya todo su esplendor
yacía sobre el musgo.
Las hojas rojas se apagaban
sobre las rocas frías.
No encontró la fácil belleza que buscaba.
A cambio le fue dada
la hermosura desnuda y sin engaños
que revela su enigma
en el desprendimiento.
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