Comparten el elemento 'pan' -del griego, 'todo',-
y viven muy cerca en el diccionario, aunque, por lo demás, sus
existencias discurrían hasta ahora por cauces separados. Pero últimamente las
estamos haciendo convivir a la fuerza, mezclando sus significados.
Literalmente, una 'pandemia' sería una reunión
de mucha gente (justo lo que no se puede hacer en una pandemia) y 'pandemonio' es
la asamblea de todos los demonios, un lugar lleno de ruido y confusión. Con
mayúsculas, Pandemónium se refiere a la imaginaria capital del reino infernal.
La situación crítica que estamos atravesando
ha abierto la caja de Pandora (también con -pan
en su etimología: la que todo lo ofrece) y de ella han salido todos los
hispánicos demonios: el sectarismo, la insolidaridad, el cainismo, el
patrioterismo de baja estofa, el desprecio al saber, la demagogia, la irracionalidad,
la charlatanería... Madrid se ha convertido en Pandemónium -la capital de la corte
infernal- y los ciudadanos asistimos impotentes a una ceremonia de la confusión
en el momento más difícil de nuestra historia reciente.
Nuestros
¿representantes? parecen empeñados en volver a hacer ciertos los versos de Gil
de Biedma escritos en pleno franquismo: "De todas las historias de la Historia/ sin duda la más triste
es la de España/ porque termina mal. Como si el hombre/ harto ya de luchar con
sus demonios,/ decidiese encargarles el gobierno/ y la administración de su
pobreza..."
Cuantas más muestras de abnegación,
resiliencia y solidaridad ofrece la sociedad, más se empecinan los políticos en
alimentar su burbuja tóxica de odios, resquemores y mezquinos sentimientos.
¿Qué hemos hecho para merecérnoslos, aparte de votarlos?
Mientras esperamos a que la ciencia descubra una
vacuna contra el virus, la ansiada 'panacea' ('la que todo lo cura'), me temo
que habremos de seguir aguantando esa otra maldición bíblica de una casta de
políticos que -salvo honrosas excepciones- parecen haber sido seleccionados en
un proceso donde se premian la falta de
empatía, el histrionismo hiriente, el navajazo verbal, el cerrilismo y la
miopía.
¿Quién será el sabio que descubra un remedio contra esta fatalidad de nuestra historia?