domingo, 11 de agosto de 2019

LEPISMA



                En una reacción primaria, procedente de alguna zona oscura de su sustrato biológico, lo aplastó con la zapatilla y lo redujo a una mancha de polvo levemente húmedo. Solo después se paró a pensar en lo que había hecho y en que raro era el día en que no daba rienda suelta a sus ínfimas crueldades: hoy un lepisma, ayer una mosca, el día anterior una cucaracha y antes una araña, una hormiga, una avispa. Pequeños asesinatos. 

        Pero el de hoy era especialmente injustificable. El pececillo de plata es inofensivo y a nadie molesta. Dicen que se alimenta de papel. Que devora libros como lector compulsivo. Una razón de más para estarle  sumamente agradecido y respetar su oficio de triturador de basura si es que se había alimentado de obras deleznables -por otro lado abundantes en su biblioteca-. Y un sacrilegio si su leve sustancia se había nutrido de alguno de sus amados clásicos.

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