-Traedme
algo que me recuerde mi gran victoria en Numancia -ordenó Escipión la noche de
su misteriosa muerte. Era como si presintiera su fin y buscara consuelo en las
glorias del pasado.
Sus
siervos lo miraron vacilantes. Aquella guerra no había rendido cuantiosos
botines. La ciudad era pobre, sin oro ni joyas de calidad. Los pocos esclavos que
apresaron después del holocausto colectivo y que hicieron desfilar el día del
triunfo habían muerto de añoranza.
Epicteto,
el esclavo griego, mitad filósofo mitad bufón, que siempre lo había
acompañado, le llevó un cofre:
.
-Esto
es lo que yo conservo de la campaña de Numancia -le ofreció.
Escipión
abrió el cofre. Una ráfaga de viento se llevó las cenizas de la ciudad
arrasada.
-He
ahí vuestra victoria, señor.
"Que me traigan el humo, dijo Ciro.
Y le trajeron todas sus victorias."
Aníbal Núñez
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