La melancolía de la cosecha
Ignoran
estos campos el abrazo,
amoroso
y cruel, de las hoces de entonces,
el
áspero canto de los segadores,
la
alegre fatiga de los carros,
la
pericia del viento entre las parvas.
El
tiempo sagrado de la cosecha
es
ahora un expolio programado
de
fauces giratorias que devoran
doce
surcos a la vez con arrogancia
de
ogro infantil, de operario a destajo.
Mal
año para el trigo,
escuálido
y liviano
como
lengua de pájaro. Atardece
un
domingo de campanas ociosas,
de
gorriones ahítos y viejos en asilo.
Deja
la máquina en su afán
tolvaneras
de tamo, una aureola
de
oro envejecido por la luz declinante
y
un ominoso rastro de rastrojos,
de
cereal escupido, de blasfemia.
Y
el grano maldice su futuro
de
oro devaluado, preterido
en
oscuros rincones, hibernando
sin
sueños
en
la quietud metálica del silo.
(De
A cielo abierto, inédito)