miércoles, 14 de junio de 2017

CHOQUE DE TRENES




                El narrador nunca se había enfrentado a un reto semejante, contar una profecía, extraer de los archivos del futuro un texto que la realidad iba escribiendo ante sus ojos con una contumacia irrevocable y a la que él quería anticiparse.  Concienzudo como era, más dotado para la búsqueda sistemática que para el relámpago de genialidad, optó por arriesgar lo indispensable y construyó su historia con un planteamiento elemental (la propia textura del suceso lo propiciaba) y varios desenlaces alternativos, que, según su ingenua inventiva, abarcaban todas las posibilidades, o al menos las de más fuerza narrativa. Comenzó:

                "Hacía tiempo que los trenes viajaban por la misma vía en dirección contraria, sin aminorar su marcha, simulando desconocer la presencia del otro. Afortunadamente el país era llano, sin apenas accidentes orográficos, una especie de desierto que ningún geógrafo había sido capaz de identificar, y la línea férrea se estiraba en una recta ilimitada que llenaría de hastío la mirada de cualquier improbable espectador. El encuentro siempre parecía lejano, una catástrofe eternamente aplazada que los cronistas del momento glosaban en cíclicos artículos y tertulias hasta producir, por saturación, una aguda sensación de irrealidad.

                A simple vista los dos trenes eran idénticos. Quizá una mirada más cuidadosa habría advertido en ellos diferencias reseñables de tamaño o de diseño pero era evidente que habían sido fabricados con el mismo material y que ambos sufrirían por igual en caso de colisión. Los periódicos hablaban con frecuencia de aquellos dos trenes fantasmales que se aproximaban inexorablemente, con fatalidad de desenlace de tragedia clásica, sin que nadie hiciera nada por evitarlo. Y acabaron por referirse a ellos como a un desastre natural, largamente anunciado, contra el que nada sabía hacerse. "

             El narrador se tomó un respiro, se preparó un café bien cargado y releyó. No estaba mal, pero tampoco bien. Acostumbrado a su propia mediocridad como el que no es capaz de percibir su propia halitosis, decidió echar el resto en las variables del final.

                                                                                                                                                              (Continuará)

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