En una época tan fecunda en insultos e improperios, se echa en falta el escaso uso del otrora bastante frecuente mentecato. Y es una pena, porque, a partir de su etimología latina, su carga denigratoria no puede ser más exacta y adecuada a nuestros tiempos.
En esta palabra tan nuestra se amalgaman dos palabras latinas declinadas: mens (mente) y captus (tomado, cogido, capturado), de forma que una posible interpretación nos llevaría a "privado de mente" o quizás mejor a "mente cogida, tomada, capturada". Así están (estamos) cada vez más personas, con la mente capturada, cautiva, secuestrada; presa en la gigantesca telaraña que la tecnología creó y nosotros estamos alimentando con fragmentos de nuestra propia alma.
Ya casi todos somos mentecatos, no solo los tontos de remate.
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