El
buhonero ha llegado a la aldea en un carromato pintado con fantásticas escenas en
las que conviven animales fabulosos y seres alados con aspecto de ángeles falsarios.
El buhonero va vestido con ropas brillantes, muy coloridas, en atuendo de mago.
El buhonero se ha instalado en la plaza y allí ofrece su
irresistible mercancía: el elixir de la felicidad.
Muy pronto
toda la población lo rodea, ansiosa de adquirir el maravilloso bebedizo. En
vano el boticario —bata blanca, rostro severo, cuerpo enjuto— intenta disuadirlos:
—No es más
que agua con azúcar —se desgañita bramando.
—Pero sabe
dulce —le responde un niño que parece hablar en nombre del pueblo.
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