domingo, 27 de abril de 2025

EL ROTULADOR

 


Ni con la elegante —ya casi aristocrática— pluma; ni con el práctico y vulgar bolígrafo. Firmaba sus decretos —esos decretos con los que aspiraba a poner el mundo patas arriba— con un enorme rotulador de vagas sugerencias fálicas. Su firma —que mostraba orgulloso a las cámaras— era una larga, monótona y aburrida sucesión de crestas y valles, la gráfica de los sobresaltados vaivenes del mercado de valores o los picos de fiebre de un enfermo. Alguien diría que tenía también un vago parecido con la dentadura de un tiburón.


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