He aquí una palabra que apenas se utiliza, una
palabra desaprovechada, que viene muy a cuento de lo que estamos viviendo.
«Invención urdida con propósito de engañar», así la define el diccionario de la
Academia. ¿A qué nos recuerda esto?
En su etimología hay una referencia a los
pastores (‘pastoranea’), a los cuentos y consejas que intercambiaban, suponemos
que para subsanar la falta de noticias en su aislamiento y para amenizar sus largos momentos de tranquila
actividad y sus noches en vela junto al fuego. Mucho se habla ahora de bulos (término
muy preferible al horrible e innecesario ‘fake news’) pero la envergadura del
engaño es tal que ‘patraña’ (palabra rotunda y enérgica) refleja mucho mejor la
situación. Porque `bulo’ evoca una noticia falsa pero en ‘patraña’
reside la idea de trama, de relato urdido, de una malla de mentiras que
conformen una narración completa y alternativa a la realidad. Y eso
precisamente es lo que está sucediendo.
Joan de Timoneda, autor del siglo XVI,
valenciano —precisamente—, escribió una recopilación de breves historias ficticias
a la que tituló «Patrañuelo» y define ‘patraña’ como “Fingida traza tan
lindamente amplificada y compuesta que parece que trae alguna apariencia de
verdad”. Timoneda no engañaba a nadie,
llamaba a las cosas por su nombre, no colaba mercancía tóxica de matute. Sus
lectores sabían a qué atenerse. Eran otros tiempos…
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