Cuando lleva mucho tiempo
sin cavilar suele ocurrirle a Afrodisio Cabal, nuestro pequeño filósofo rural,
que las ideas le acuden en tropel, como bombas racimo. De su última cosecha son
estas tres reflexiones inconexas:
—Antes, en la plaza
pública, solo había un megáfono. Ahora hay tantos que nadie escucha a nadie,
todos gritan, todos vociferan y el resultado es una confusa batahola.
—Los sentimientos puros
son insoportables. Por eso tendemos a mezclarlos para rebajar su potencia, para
diluir sus sabores.
—No hemos parado hasta
reducir la inabarcable realidad a una sucesión de unos y de ceros. Parecemos
capaces de construir cualquier estructura, por
compleja que sea, con una simplicidad binaria. Pero ¿qué ocurre con todo
lo que se esconde, se refugia o resiste en esa zona intermedia entre el uno y
el cero?
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