miércoles, 22 de mayo de 2024

POCILGAS

 

El alcalde de Pocilgas

tuvo una brillante idea

para acabar con las burlas

por el nombre de su aldea:

«Te llamarás Bellavista»,

hizo pregonar en bando,

«y todos acatarán

esto que Yo Ordeno y Mando.»

Orgullosos y felices

los nuevos bellavistanos

no tendrán que soportar

que los tilden de marranos.

Sólo Tarsicio, a quien tienen

por el tonto del lugar,

no se da por enterado

y se obstina en proclamar:

«Por mucho que os empeñéis

en decir que soy un lerdo

Pocilgas será Pocilgas

mientras siga oliendo a cerdo.»

De todo lo cual se infiere

como lección provechosa

que sólo cambiando el nombre

no se remedia gran cosa.



Estas jocosas coplas atribuidas a Virgilio Arancón han sido objeto de variadas exégesis por parte de algunos críticos literarios. Unos ven en ellas oscuras alusiones a algún acontecimiento de la vida provinciana; otros vuelan alto y estiman que los versos alertan sobre el engaño, universalmente repetido, de usar los nombres no para designar sino para encubrir; menos presuntuosos, opinan algunos que se trata simplemente de una muestra de ese ingenio zumbón, de rústico linaje, que caracterizó al poeta y que, puestos a comparar, más recuerda a las fábulas  de Samaniego que a los proverbios de Machado. Un erudito local aporta, en fin, el curioso dato de que existe un pueblo, antiguamente llamado Pocilgas, al que se le cambió el nombre por otro de más aseadas resonancias.  

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