Todas las palabras están hechas de aire, pero
estas más.
Los vástagos de la familia léxica que hoy nos
ocupa, las ramas de este frondoso árbol, han emprendido en algunos casos
caminos muy diversos; en otros no se han apartado mucho de la tradición y han
conservado rasgos comunes de su origen. Los miembros de esta familia, salvo
error u omisión, son: Aspirar, Conspirar, Espirar, Expirar, Inspirar, Respirar,
Suspirar y Transpirar. Todos ellos proceden de una palabra latina Spirare (echar
aire, soplar) y en su ADN la idea de aire, soplo o respiración está más o menos
explícita. El más díscolo, el que más lejos ha llevado su rebeldía hasta
resultarnos difícil relacionarlo con los demás es Conspirar (literalmente, respirar
junto a otras personas) que, renegando de su significado etimológico y quedándose
solo con su interpretación metafórica ha pasado a referirse a “unirse o ponerse
de acuerdo para rebelarse o para hacer daño”; es como si los conspiradores
estuvieran tan cerca unos de otros que compartieran el mismo aire o que unos
inspiraran el aire que los otros espiran.
Si en lugar de aire ponemos mensajes, fotos, memes, textos y demás contenidos
de las redes sociales tendríamos una aproximación muy actual al origen y
propagación de las ideas conspiranoicas.
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