miércoles, 28 de septiembre de 2022

MAESTRO CANTERO (II)

 



Unos me maldicen por réprobo y hereje, por haber traicionado la confianza de quien me contrató (mientras tanto se regodean en su concupiscencia).

Otros los contemplan como una reprensión de los pecados de la carne, sin poder evitar una llamarada obscena.

Y yo digo que son solo unas figuras talladas en la fría piedra de los capiteles. La virtud o el vicio son tan solo un velo que oscurece la mirada.

viernes, 23 de septiembre de 2022

ESTOS TIEMPOS

 

En su libreta de bolsillo, anota Mateo Ortiz fugaces reflexiones sobre el tiempo que le ha tocado vivir, que, cada vez más, siente que no es ya su tiempo:

—Si estamos construyendo este mundo sobre columnas de humo, ¿cómo pretenderemos que sea estable y duradero? Nos estamos condenando a la evanescencia.

—No sé si este es el final de una época. De lo que estoy seguro es de que es el final de mi época.

—Hasta hace unos años, los perpetradores de la realidad virtual estaban empeñados en imitar  la realidad auténtica. Hemos pasado esa pantalla (como dicen los jugadores de videojuegos): ahora es la realidad auténtica la que está imitando  la virtual.

—¿La verdad? La verdad moderna no es un cuadro acabado sino un mosaico hecho de teselas traídas de acá y de allá, sin orden ni concierto. O, si así lo preferís, una inmensa pantalla cambiante en la que cada pequeña porción de verdad tendría el tamaño de un píxel.

—Tantos satélites artificiales, nanosatélites y picosatélites orbitan en torno a la tierra que pronto no podremos ver ni la luna ni las estrellas.

martes, 20 de septiembre de 2022

LA REINA (II)

 


                                                                   (Charles Napier Hemy, Telling the bees)


Cumpliendo una muy antigua tradición, el colmenero real comunicó a las abejas la dolorosa noticia de la muerte de su ama y colocó crespones negros en las colmenas al tiempo que pronunciaba la fórmula ritual: “La reina ha muerto ¡Viva el rey!”

Se esperaba de ellas que elaboraran mucha cera con que fabricar velas para alumbrar la capilla ardiente y que la miel, mientras la reina estuviera de cuerpo presente, fuera turbia y amarga. Una vez acabado el duelo la miel habría de ser más dorada y  dulce que nunca para complacer al nuevo soberano.

Pero algo no marcha bien en el mundo de las abejas (la única sociedad conocida que siendo república tiene tantas reinas). El zángano encargado de bailar ante la abeja reina para trasmitirle la triste nueva recibió una respuesta insospechada:

—Cuando ellos guarden luto por tantas de nosotras muertas por su culpa haremos nosotras lo propio. Seguid a lo vuestro como si no hubiera pasado nada.

miércoles, 14 de septiembre de 2022

LA REINA (I)

 

Su reinado fue el más dilatado que registran los anales y su muerte, cuando estaba cerca de llegar a centenaria, sorprendió a todo el mundo como solo puede sorprender la muerte de los inmortales. Tuvo unos funerales solemnes, envueltos en más pompa y circunstancia que los de un papa renacentista, y mojados por más lágrimas que las vertidas por un ídolo pop desaparecido en plena juventud. En su panegírico fúnebre se  escucharon alabanzas y elogios reservados a estadistas de talla universal.

Si alguien, mientras estuvo viva, le hubiera preguntado la fórmula de tan exitoso reinado, habría callado y sonreído mientras acariciaba a uno de sus corgis. Era su secreto mejor guardado: “Hablar poco y hacer menos”.

(Como era una mediocre lectora desconocía la frase fetiche de Bartleby el escribiente, “Preferiría no hacerlo”, que merecería figurar en su epitafio).

También por omisión se gana la posteridad.

martes, 13 de septiembre de 2022

LA CORDILLERA

 

—¿Para cuándo la próxima novela, maestro?

Tras unos comienzos fulgurantes (un libro de cuentos y una novela breve que habían deslumbrado por igual a crítica y lectores) el novelista no había publicado nada. Hacía de esto más de diez años y todos (público, periodistas y hasta la propia familia) insistían:

—¿Para cuándo la próxima?

A modo de indirecta, su agente, que conocía su rutina de escribir a mano, le regaló un cuaderno escolar numerado y rayado de cien páginas porque conocía también su talante de niño lacónico y albergaba además la oscura esperanza de que el cuaderno manuscrito le fuera legado tras la muerte del novelista.

—Gracias, pero las musas no saben de apremio —le aclaró el obsequiado.

Un buen día una periodista de provincias obtuvo una recompensa inesperada en forma de primicia:

—Ya tengo título. Se llamará La cordillera.

El mundillo literario se agitó: el maestro, en una de sus frecuentes boutades,  había sostenido que lo más difícil de escribir una novela era encontrar el título, lo demás venía rodado. Todos interpretaron que se había acabado la sequía, que el colosal obstáculo que separaba al maestro de su genio innato había sido removido.

Pasaron los años y el escritor murió sin volver a publicar. Las manos de su agente, convertida en albacea, temblaban cuando, entre los enseres del difunto, apareció el olvidado cuaderno. En la primera página destacaba rotulado el título, La cordillera, con la misma primorosa caligrafía de alumno de escuela rural con que había escrito en la última página Fin. En medio más de noventa páginas inmaculadas. 

'Su obra maestra', comentó un crítico mordaz al enterarse. 

lunes, 5 de septiembre de 2022

MAESTRO CANTERO (I)

 





Todo lo que le había quitado a la piedra para arrancarle esas formas que se negaba a darle aunque en ella estuvieran, esa materia sobrante (lascas, esquirlas, añicos) antes de desbastarla, abujardarla o pulirla para labrar sillares y capiteles o para esculpir ángeles, músicos, endriagos, pantocrátor... todo desembocaba en ese polvillo último que había ido respirando como quien aspira el humo del triunfo y que ahora, depositado en el fondo de sus pulmones llagados de cicatrices, le negaba el aire y la vida. 

La silicosis del cantero, la venganza definitiva de la piedra inerte y salvaje obligada a ser casa, templo, alegoría.