Salimos de Salamanca, y llegando a la puente, está a la entrada della
un animal de piedra, que casi tiene forma de toro, y el ciego mandome que
llegase cerca del animal, y allí puesto, me dijo: "Lázaro, llega el oído a
este toro, y oirás gran ruido dentro dél". Yo, simplemente llegué,
creyendo ser ansí; y como sintió que tenía la cabeza par de la piedra, afirmó
recio la mano y diome una gran calabazada en el diablo del toro, que más de
tres días me duró el dolor de la cornada, y díjome: "Necio, aprende que el
mozo del ciego un punto ha de saber más que el diablo".
Cuando llegamos al puente, el ciego apuntó con el bastón al verraco ibérico que está a su entrada y me dijo:
-Acerca la cabeza al toro, Lázaro, y oirás gran ruido dentro de él.
-No llego, mi amo, lo han puesto sobre un pedestal muy alto.
-¿Y cómo quiere el alcalde que te enseñe la primera y más importante lección de tu vida? No tiene sentido seguir con esta historia. Vuelve con tu mamaíta que ya le solicitaré a la ONCE un perro guía.
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