Hace mucho tiempo que esta señal ha entrado en la amable y melacólica edad de la obsolescencia. Ya no hay tren, ni siquiera vía, y del antiguo paso y su acechante peligro -que alguna vez pudo convertirse en trágicamente real- no hay quien se acuerde. La misma señal, oxidada, como embebida por el auge del bosque, parece el esquema de un futuro árbol.
Es el momento de burlarse del aviso y de su sintaxis perentoria y elíptica, de experimentar con las posibles combinaciones de las palabras, de encontrar otra dirección para la lectura que nos libere de la obligación de leer siempre siguiendo la misma línea.
OJO AL GUARDA, PASO SIN TREN.
OJO AL PASO, TREN SIN GUARDA.
GUARDA AL PASO, OJO SIN TREN.
OJO SIN GUARDA, PASO AL TREN.
PASO AL GUARDA, TREN SIN OJO.
GUARDA SIN OJO, TREN AL PASO...
¿Y si movemos de sitio la coma o la suprimimos?
PASO AL GUARDA TREN SIN OJO.
PASO, GUARDA, AL TREN SIN OJO...
Como en la poesía, de la inutilidad nace el juego y se desvanece la aparente solidez del significado, hasta convertirlo en un jamais vu.
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