Volad a los valles,
veloces traed
la esencia más pura
que sus flores den.
Veréis, cefirillos,
con cuánto placer
respira su aroma
la flor del Zurguén.
(Meléndez Valdés)
El poeta Meléndez Valdés lo cantó en una letrilla convirtiéndolo en referencia de idilios pastoriles almibarados. Hoy, a la vista de su cauce, a trechos agostado, a trechos convertido en cloaca, infestado por una vegetación heroica y poco escrupulosa, el Zurguén, arroyo que se entrega al Tormes casi a la sombra de las catedrales, solo inspiraría algún poema de realismo sucio o una lacrimosa elegía ecologista. Y si a un rapero o a un poeta trasnochado se les ocurriera llamar a su enamorada "Flor del Zurguén" el halago se habría vuelto insulto y habrían arrastrado por el fango sus amoríos.
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