jueves, 30 de abril de 2020

CORONACUENTOS (9): POR ESCRITO GALLINA UNA











Vuelto se ha loco dueño mi.  Ahora hasta, mí  de pasaba  o a patadas tratado me ha. Al cuello me atado hoy ha un lazo,  cuidado con mucho,  princesa a una me ha como peripuesto colocándome disfraz  un absurdo  faldera perrita de y ha me pasear sacado a. Engaña no pero me. Gallina seré  no pero tonta... En cuanto nos encontremos a un policía me pongo a cacarear. (Sí claro tengo lo eso.)


(Al modo de Julio Cortázar, en su breve relato homónimo)

lunes, 27 de abril de 2020

VOLANDO EN UNA JAULA

















Todos los días despliega sus alas
-amarillas y negras-
en el aire diminuto de su jaula
sin importarle la brevedad del vuelo.
Todos los días entona su canto
aunque no tenga motivos de alegría.
Porque sabe
que si un día le abrieran la puerta
necesitará la fuerza de sus alas
para volar por el cielo inmenso,
necesitará tener afinada la garganta
para poder cantar la libertad.
Y más aún, sabe
que aunque nunca se abra la puerta
en él se habrán salvado
la Libertad y el Canto.

(A eso lo llamamos esperanza.)

viernes, 24 de abril de 2020

CORONACUENTOS (8): NO SOMOS DE PIEDRA








Hacía mucho tiempo que no disfrutaban de un silencio como aquel. Estaba rara la ciudad. Como trasplantada a otro tiempo. El aire estaba más limpio, el humo de los coches no les manchaba la cara. Las palomas volaban tranquilas pero no encontraban en el suelo nada que picotear. Ni niños ni turistas haciendo fotos.  De vez en cuando, el silencio se rompía a pedazos por las sirenas de las ambulancias. Y todos los días a las ocho sonaban los aplausos en las ventanas.

Ellos sabían mucho de asedios, de guerras y de pestes. De jinetes que todo lo arrasaban a su paso. De trompetas que convocan al final de todos los finales. Pero casi lo habían olvidado. Lo que no habían olvidado era la forma exacta de pulsar, de frotar, de percutir.

-¿Qué podemos hacer? -se preguntaban.

A su alrededor la atmósfera se había vuelto ominosa. La ciudad languidecía envuelta en la tristeza.

Sin palabras, llegaron a un acuerdo. A medianoche afinaron sus instrumentos. La  viola y el rabel, la zanfoña y el salterio, el arpa y el dulcémele y la redoma despertaron de su letargo centenario con un sonido limpio y dulce, como recién estrenados, como tañidos por ángeles.  Y una melodía delicada, casi inaudible, jovial y esperanzadora,  se expandió por el aire dormido e hizo bailar en sueños a los apesadumbrados habitantes de la ciudad.

Por primera vez en su legendaria vida, los  24 adustos ancianos músicos del Apocalipsis sonrieron como niños traviesos entre sus barbas de piedra rizada.








martes, 21 de abril de 2020

CORONACUENTOS (7): LÁTEX






   Dejó a un lado el miedo, se quitó los guantes y tomó con cuidado las manos de la mujer. Notó que aquellas manos desgastadas, a pesar de la sedación, apretaban suavemente las suyas  como agradeciéndole que la última caricia que recibiría en su vida no tuviera el  frío y resbaladizo tacto del látex.

sábado, 18 de abril de 2020

ORQUÍDEA










Toda la primavera
habita hoy
en la corola de esta orquídea.
No mires fuera.


Aunque nos resulte difícil aceptar que la primavera existe fuera, sin nosotros, y no podamos ser parte de ella, habremos de aprender a descubrirla en una planta de interior y, si fuera posible, dentro de nosotros mismos. Es la tarea que nos corresponde en estos días de confuso cautiverio.



miércoles, 15 de abril de 2020

LA MÁSCARA Y LA MASCARILLA




Aún es pronto para saber la huella que el destructor paso de esta pandemia dejará en el diccionario. Algún rastro quedará, sin duda, si bien su existencia puede ser muy breve, lo que tardemos en superar esta catástrofe universal. Lo que es seguro es  que nadie olvidará a su minúsculo y letal protagonista, bautizado con un nombre que mezcla la ciencia con la metáfora: coronavirus.

Los medios de comunicación recogen otras creaciones léxicas asociadas a ese nuevo ecosistema que el confinamiento ha creado: balconazi, cuarempena, covidiota, infodemia, confitamiento. Le auguro una existencia efímera a la mayoría de estos neologismos: no llegarán a gozar de un confortable asiento en el diccionario. Son demasiado contingentes.

Prefiero fijarme en una de las palabras más usadas estos días -que lleva mucho tiempo entre nosotros- y dejarme llevar por los caprichosos caminos de la etimología. Me estoy refiriendo a mascarilla, cuyo origen nos remite a máscara, del que es lógico diminutivo, atendiendo al hecho de que es más pequeña pues solo cubre una parte del rostro. La palabra española procede del italiano maschera, que a su vez debió de tomarla del árabe masharah, cuyo significado era 'objeto de risa'.   Y aquí nos aparece esta cruel burla del destino escondida en el léxico, pues la máscara la asociamos -no solo, pero mayoritariamente- a la fiesta, al teatro, al carnaval. Y con el diminutivo -que normalmente, tamaños aparte, suele introducir un matiz afectivo y cariñoso- se nos ha cargado aquí de todo ese simbolismo dramático de peste, de enfermedad contagiosa.

Este año los venecianos tuvieron que dejar de lado sus hermosas máscaras de carnaval para ponerse a buscar como locos mascarillas de protección. Y todos hemos hecho un poco lo mismo. A veces la distancia entre la alegría y la desgracia es tan corta como un diminutivo.

lunes, 13 de abril de 2020

CORONACUENTOS (6): CUARENTA DÍAS DE SOLEDAD




MUCHOS AÑOS MÁS TARDE, frente  al paisaje desolado de Marte, en la mitad de una descomunal tormenta de polvo rojo y sin esperanzas de recibir auxilio, Joseba Arkaute habría de recordar aquel día de abril de 2020 en que su madre  le dio a conocer el sabor de las torrijas. 

Obligados a quedarse en casa por el  Primer Gran Confinamiento  y para endulzar las horas infinitas de encierro, su madre -que habitualmente apenas paraba en casa- le descubrió las delicias de la cocina y de la soledad compartida. Mano a mano siguieron los pasos de la receta: el pan del día anterior remojado en leche con un poco de zumo de limón, el huevo batido, el olor del aceite al freírlas... 

Aquellos  plácidos días de encierro, la  presencia asegurada de una madre casi siempre ausente y el  gusto a azúcar y canela quedaron fundidos para siempre en su memoria y serían sus últimos recuerdos, que se extinguieron en su mente con la misma dulzura con que las últimas reservas  de oxígeno se le iban agotando.

viernes, 10 de abril de 2020

CORONACUENTOS (5): DOS ESFERAS



La gran esfera azul giraba por el espacio desesperada y sujeta siempre a su órbita. A quien quisiera escucharla, rompiendo el oscuro silencio del cosmos, profanando la inaudible música interestelar, lanzaba una queja cada vez más frecuente:

-No me hacen caso. No atienden a mis advertencias.


Los grandes astros callaban. El Creador parecía estar muy lejos, quizá en ningún sitio. Solo la luna, compañera obligatoria de viaje, con cierto deje de envidia vengativa, le susurraba un augurio macabro:

-Mírame bien. Soy lo que serás: hermosa y desolada.

Los habitantes de la esfera azul eran duros de oído, miopes e insensibles. De poco habían servido las señales de aviso: incendios, inundaciones, hambrunas y sequías.

La respuesta le llegó de dentro, de donde menos la esperaba. Una bolita microscópica, apenas viva,  cabalgando a lomos de un murciélago -diminuto jinete del apocalipsis- se afilaba las espículas, dispuesta a dar el  gran salto:

-Se van a enterar. Déjalo de mi cuenta.

martes, 7 de abril de 2020

LOS TILOS DE MI CALLE (2)










Abril. 

Momento de recordar, una vez más, los versos de T.S. Eliot al comienzo de "La tierra baldía" donde se refiere a abril como "el mes más cruel" porque "engendra lilas de la tierra muerta, mezcla/ recuerdos y anhelos//despierta inertes raíces con lluvias primaverales." Esa mezcla pavorosa de muerte y resurrección es este año más visible que nunca. Y los tilos de mi calle, sobrecogidos ante el advenimiento de una primavera tan bipolar, inermes en una atmósfera tan densa de emociones, confinados en su pequeño alcorque de tierra escasa, se resisten a brotar. A veces es mejor persistir en el invierno.

domingo, 5 de abril de 2020

CORONACUENTOS (4): SAMARCANDA




Ahora que por fin tengo tiempo, estoy viajando adonde siempre quise ir. A pie, como a mí me gusta.

En verdad que el viaje se me hace a veces monótono y que empiezo a tener heridas en los pies y la penosa sensación de que me falta el aire y de que me muevo dentro de un laberinto familiar. El mal del viajero, la falta de costumbre, me digo.  

Me anima pensar que cada día me acerca más a mi objetivo. Cuento cada paso. Consulto los mapas. Miro en street view. Me paro al final de la jornada y procuro que coincida con algún lugar evocador. He visitado hermosas ciudades con los ojos cerrados. Ciudades míticas, ciudades invisibles, ciudades desaparecidas. Pero avanzo demasiado lentamente. Y a este paso, antes de que acabe este tiempo excepcional, nunca llegaré a Samarcanda, mi verdadero destino. 

Se me está ocurriendo algo para ir más deprisa: la bicicleta estática del trastero.

jueves, 2 de abril de 2020

NIEVE VIRGEN






NIEVE VIRGEN

Enfermos de deseo
los niños la contemplan
tras los cristales.
En las calles calladas
de la ciudad dolida
cae la nieve,
virginal y serena.
Nadie la pisa.
Se ha vuelto blanco el miedo.
Sobre la extensa herida
de la ciudad sin pulso,
hermosa y desalmada
cae la nieve.