Quien se atreva a cortar
las
rosas pervertidas,
procaces
de este enero
verá
su sangre blanca
y
olerá la fúnebre fragancia
de
sus corolas pálidas.
Y
de la nieve
tendremos
solo
lejanos ecos
de
su presencia efímera
en
otras cumbres.
Solo
su aliento frío
rayéndonos
el pecho
y
un resplandor de noche blanca
más
allá de la sierra
como
un sueño de otros.
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