Lo
consideraban uno de los mejores de su oficio. Era capaz de reproducir cualquier
trazo, cualquier documento, cualquier grafía, hasta lograr que fuera imposible
distinguirlo del original. Se disputaban sus servicios en el mundo del hampa,
los que querían atravesar fronteras prohibidas, la legión de los
indocumentados.
Pero
tenía una íntima frustración: en vano intentaba falsificar su propia firma.
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