¿Cómo medir la intensidad del dolor de un padre sometido al más amargo de los trances? ¿Cómo consolarlo de la pérdida de una hija -su hija favorita- de veintitrés años? ¿Cómo espantar la certeza de que ella ha puesto fin a su vida disparándose con la pistola preferida por él? Las imágenes de que disponemos, la frialdad de su color, aumentan la sordidez de la tragedia. El padre se acerca al féretro, inclina la cabeza sobre él y allí rompe en llanto. La cara de Ana, tan cerca de la suya, separada solo por un cristal, limpia ya de sangre, dulcificados los rasgos por mano experta de mujer mayor, parece sonreírle. En esa sonrisa un poco esquinada se esconde un secreto que ya nadie desvelará: la respuesta al '¿por qué?' más terrible. Cuando se aparta, el cristal está humedecido. Torpemente limpia con las manos las lágrimas y esa mucosidad ardiente de los besos enviados a un abismo. Quienes lo rodean están conmocionados: ellos saben muy bien lo que valen las lágrimas de ese hombre, la extraordinaria rareza de esa emoción, el insondable manadero del que brota.
-Ya está bien, mi general -le dicen mientras se lo llevan.
Allí queda Ana: veintitrés años, con un futuro prometedor en la Medicina. Con un tiro en la sien. Con un enigma que nadie resolverá. ¿Por qué lo hiciste? No puedo creer que de tu mano pequeña y delicada haya nacido esta muerte tan grande. Habrán sido mis enemigos. Yo era tu héroe. Tú mi princesa. Mi pequeña. Mi hija adorada. Mi estrella. Ana.
Demos un salto en el tiempo. La escena que acabamos de recrear sucede en marzo de 1993. En julio de 1995, en Srebrenica 8000 musulmanes bosnios -entre ellos niños, jóvenes, mujeres- fueron masacrados por fuerzas serbias al mando de Ratko Mladic, el carnicero de los Balcanes, el amantísimo padre de Ana. "Mentira, todo son mentiras", le gritó al tribunal que lo ha condenado a cadena perpetua por genocidio. ¿Qué engloba ese "todo"? ¿Es un todo absoluto donde cabe toda su vida, la realidad completa del mundo?
¿Cómo puede el corazón de alguien ser tan perversamente selectivo, amar tanto a una sola persona y odiar hasta la muerte a tantas otras? ¿Cómo pueden tanto amor y tanto odio convivir en un mismo hombre?
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