lunes, 6 de noviembre de 2017

R. W. (II)



          El texto de la entrada anterior es una variación libre, fabulada, que se inspira en la vida y obra de Robert Walser, escritor suizo  (1878-1956). Desencantado del mundo literario por la tímida acogida de sus primeras obras, comenzó una tarea monumental y casi secreta: la escritura compulsiva de sus microgramas. Con un lápiz, en cualquier pedazo de papel que cayera en sus manos, utilizando una caligrafía gótica casi microscópica, compuso centenares de manuscritos que han tardado tiempo en ser descifrados. Para hacernos una idea de hasta qué punto comprimía sus textos valga decir que de 34 de sus pequeñas hojas han salido dos obras completas, una de ellas una novela de más de 150 páginas. Walser pasó los 27 últimos años de su vida recluido, por propia voluntad, en sanatorios mentales. 

          La tarde de Navidad de 1956 unos niños avisaron a la policía de que habían encontrado un cuerpo congelado tendido en la nieve. Fue el último paseo de Robert Walser, dromómano como tantos otros seres excepcionales y frágiles, desazonados por las turbulencias de la existencia. Las fotografías que tomó la policía antes del levantamiento del cadáver y que aquí reproducimos son el último texto del autor, un garabato -o borragato, como diría un niño soriano-, una mancha impropia de su caligrafía meticulosa y perfeccionista. El negro de lo irremediable sobre el blanco extenso de la nieve, la implacable página en blanco. 

          Y ese sombrero desamparado que al fin descansa de la ardua tarea de cobijar sueños rotos. 













"En los cálidos brazos de la pobreza soy rico, y rodeado de la Nada empiezo a ser adinerado, pues los inicios son toda una riqueza."  (Robert Walser)







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