Cuaderno de creación literaria donde encontrarás textos y fotografías originales del autor.
sábado, 29 de abril de 2017
martes, 25 de abril de 2017
LA MALDICIÓN DE LOS OLMOS
¿Qué pensaríamos de una enfermedad que nos estuviera
acechando desde niños, que esperara a que nos hiciéramos jóvenes, a esa edad de
plenitud orgánica y que entonces, justo entonces, en el momento en que la vida
es más promesa, con inteligente maldad, se ensañara con nosotros y nos exterminara sin piedad?
Eso es
lo que les ocurre a los olmos de la foto. Primavera tras primavera, como si no
hubieran aprendido la amarga lección, como si no tuvieran memoria, lanzan al
mundo sus vástagos, sus renuevos, de un verde lustroso, y siguen creciendo,
ajenos a la maldición que los persigue, hasta que, llegados a determinada
altura, una orden se cumple, los hongos obstruyen sus conductos y mueren. Algunos sobrellevan como pueden, un par de años, la carga de una juventud malograda. Pero ninguno llega a viejo.
En un pequeño cerrado conviven la vida y la muerte, los
nuevos retoños y el negro esquema de lo que fue un árbol -triste alcándara
ahora de pájaros melancólicos-; guardería y cementerio compartiendo el mismo
espacio.
No
cesarán en su empeño. Los sostiene la vaga esperanza de que el destino se canse de su absurda crueldad.
viernes, 21 de abril de 2017
MATAPOBRES
Nunca
regresaba Rilke de un paseo por las montañas sin traer una palabra nueva (cito
por aproximación). De la misma manera mi excursión diaria por las páginas del
periódico (algunas tan abruptas y arriesgadas como las crestas alpinas) me
regala siempre algún término que tomo en mis manos, lo sopeso, analizo su
tacto, su color, me dejo llevar adonde quiera llevarme.
'Matapobres',
esta es la palabra que el otro día me hizo señas, agitó ante mí sus antenas de
insecto sin taxonomía. No me resultaba extraña pero no creía haberla visto
escrita nunca antes. A primera vista, yo diría que es una palabra verosímil,
probable, creada mediante el recurso compositivo, tan frecuente y familiar en
nuestra lengua, de aglutinar un verbo y su complemento directo. La busqué en el
diccionario: no figuraba. Se trata, pues, de un neologismo de incierto futuro
pero que dispone, de entrada, de una amplia familia a la que acogerse. Son
muchos los compuestos en los que su
primer elemento es 'mata' (dejo para otros si de ello puede derivarse algún
juicio de valor sobre nuestra idiosincrasia, nuestra tradicional falta de
corrección y nuestra tendencia a la truculencia). Hermana de 'matamoscas',
'matarratas', 'matasuegras' o 'matacandelas' (que los monaguillos de mi pueblo
llamábamos 'apagavelas') la recién llegada 'matapobres' (el corrector
ortográfico de mi programa de texto -tan correcto él- no cesa de subrayármela
en roja línea serrada, invitándome a que la borre, a que no la adopte, pero no pienso hacerle caso) viene con un pan
duro y muy triste bajo el brazo.
Se
refiere una droga barata y mucho más dañina que la heroína y que está
devastando los suburbios de Atenas, tan castigados por la miseria y la falta de
futuro que la crisis ha traído consigo. Exterminar a los pobres para que no
haya pobreza, criminal objetivo de la nuevas eugenesia social. Similar a
aquella otra genial idea atribuida a G. Bush II: cortar todos los árboles para
que no haya incendios forestales.
De las
plazas y calles de Atenas, en una etapa más de su siniestro recorrido, la droga
'matapobres' ha llegado al último territorio de la desesperación: los campos de
refugiados. Son ya varios los casos de muertes provocadas en esos poblados
fantasmales por esta metaanfetamina cristalizada y cortada con otras sustancias
tóxicas. Sus habitantes buscan la muerte rápida que se esconde en sus pasajeros
efectos de euforia alucinada. La prefieren a ese terrible demonio del que nos
hablaba Baudelaire: L'ennui. El Tedio, el Hastío, diríamos nosotros, que hace
inhabitable el mundo e indeseable la
vida. Encerrados en campos de detención masificados, sin posibilidad de salir,
de proseguir su viaje, de trabajar, amenazados por los rigores del hambre, el
frío y la enfermedad, los hemos convertido en personas amputadas, hemos
desarraigado en ellos el árbol de la esperanza, hemos borrado de sus sueños
todos los caminos. Hemos logrado, por fin, que se sientan suspendidos en la
nada, anclados a un no lugar, transformados -ellos, que tanta ilusión, tanto dinero y tantas
penalidades gastaron para huir- en personas condenadas a la inutilidad.
'Matapobres',
esa droga que entre todos hemos fabricado, y en cuya composición química hemos
utilizado muchos gramos de desprecio, de indiferencia, de engaño, de torpeza,
del egoísmo de peor calidad.
'Matapobres',
esa palabra que no cesa de acusarnos, de definirnos.
martes, 18 de abril de 2017
EL PESO DE LA BELLEZA
Cuando se cansa de contemplar el triste espectáculo del patio de la cárcel, esas sombras abrumadas por el peso del castigo que deambulan en círculos, el centinela, desde su garita, mira hacia afuera y descubre, entre el estupor y el desaliento, cómo el peso de tanta belleza en flor inclina también a los prunos hacia el suelo.
domingo, 16 de abril de 2017
VIVIR PARA COMPARTIR
Hay
que compartir, le decían en la guardería y en la escuela, quizá para contrarrestar su tendencia
infantil al egoísmo, a no dejar sus juguetes a ningún otro niño, a aferrar sus golosinas
para que nadie se las quitara. Hay que compartir, le repetían en casa.
"Para ser feliz, hay que compartir", cantaban a coro en la
catequesis.
Se le quedó grabado a fuego. Con la edad se volvió muy generosa.
Todo lo publicaba en las redes sociales. Con Facebook Live encontró lo que
buscaba: compartir su vida al completo, en vivo y en directo. "¿Cómo están todos? ¿A dónde
viajan?" fueron sus últimas palabras, sonriente, mirando a la pantalla de
su móvil sobre el salpicadero como si mirara a los ojos a cada uno de sus
múltiples seguidores, orgullosa de su esplendidez, antes de que el coche que
conducía impactara brutalmente contra un autobús.
viernes, 14 de abril de 2017
PAISAJE SIN PASIÓN
Paisaje sin pasión,
donde solo la luz sufre
su inacabable huida rectilínea,
desde lejanos días extiendes tus manos vaciadas,
sin dones, sin trazos, sin relieve,
extiendes tu cuerpo en la memoria
con desnudez cansada de tierra o de mujer
tatuada por el viento cruel de los caballos.
(Inédito)
miércoles, 12 de abril de 2017
CARDELINA
(Imagen tomada del blog silvestrismo.net)
Hoy traigo hasta vosotros esta
palabra, cardelina, por hermosa, por
nuestra, por evocadora. He de reconocer que no forma parte de mi léxico y que
ha sido Fermín Herrero en un poema y en la portada en su reciente libro Sin ir más lejos quien me la ha puesto ante los ojos. No es el
único nombre de ave que parece tener alas (otro día hablaré de la oropéndola) y
que al posarse en el diccionario revela una trabazón sorprendente.
Una pausa. Digamos varias veces:
cardelina, cardelina, cardelina. Nos dejamos llevar por la gozosa articulación del sonido, por la
melodía suave de las sílabas, por la dulzura del sufijo. Baste de momento.
Buen nombre el que han elegido en
estas tierras del oriente castellano y de Aragón para un pájaro canoro, el
jilguero, que en mi pueblo llamamos colorín fijándonos en sus plumas, en su
llamativo atuendo, y no en su garganta de virtuoso. Cardelina. ¿No os parece el nombre de un instrumento musical? El cambio de género, del
masculino al femenino, promueve también sutiles sugerencias. Y la etimología -que muchas veces es aliada de la fantasía
poética- nos revela su relación con el cardo. En efecto, a estos pájaros les
gusta posarse en la flor seca de esta planta y dicen que se alimentan de sus
semillas y hacen sus nidos con materiales tomados de ella. Como
tantas veces ocurre con la etimología, se
non è vero, è ben trovato. Esta simbiosis de aspereza y fragilidad, de lo punzante y lo delicado, resulta turbadora. Por cierto, jilguero,
tras un complejo proceso de evolución/deformación fonética también procede de
una palabra griega que significa 'cardo'.
Mientras sigamos topándonos con hallazgos como
este seguiremos amando las palabras, su misteriosa historia, su médula jugosa.
Para concluir, esta reflexión
poética en haiku:
La cardelina,
¿qué buscará en el cardo?
Cobrar su nombre.
lunes, 10 de abril de 2017
DESHIELO
De niño me trasladaba a un estado de extrañeza próximo a la fascinación y al vértigo metafísico una expresión que se leía en los libros de geografía refiriéndose a las cumbres más altas (Everest, Aconcagua, Kilimanjaro). Nieves perpetuas, que yo traducía por nieves eternas, me parecía -además de un milagro inimaginable desde mi experiencia de niño que veía, con un sentimiento de pérdida inexorable, derretirse la nieve a los pocos días de caer- un asunto digno de meditación. ¿Es que en algún lugar había nieve que siempre había sido nieve y que seguiría por siempre siendo nieve? ¿Qué clase de territorio terrible y hermoso, inaccesible, era ese? ¿Cómo una materia tan frágil, tan vulnerable, tan soñadora -diría Ponge- podía resistir la embestida del sol? ¿Qué precio tendría que pagar para conservar su esencia? Y ahí me quedaba, instalado en este misterio que hacía más honda la vida.
Sigo ahí, aunque los años -con sus lecciones turbias- me pongan a cada paso ejemplos descorazonadores. También la nieve de esas cumbres majestuosas está amenazada, como el hielo -que se creía inmortal- de los polos. Y en cuanto a la nieve nuestra, la nieve de andar por casa, la de nuestras modestas cumbres, rara vez llega ya a mayo.
Este abril está siendo especialmente cruel con ella. El deshielo avanza rápido, como el desangrarse imparable de un hemofílico.
La nieve de esta foto se regala a manos llenas, abandona su ser, el destello cegador de su pureza, se ahueca, se debilita, se rinde finalmente y entra en el torrente, forma cascadas, se precipita, busca el valle, se arriesga a ser sucia, útil, perezosa Quizá piensa ya en el mar y por eso fluye con la agilidad del desesperado.
sábado, 8 de abril de 2017
BUENOS DÍAS
Se
gana la vida con un oficio sencillo que algunos dicen envidiar. Sentado a la puerta del supermercado saluda a
cada uno de los que entran o salen. Buenos días, buenos días, buenos días: así,
por triplicado, formando una cadencia que a los clientes habituales les suena a música
ambiental. Después, si es el caso, completa el saludo: grasias, grasias,
grasias.
Repetirá
esto ¿cuántas veces al día?. Trescientas, quinientas, mil... Difícil
calcularlo. Podría ser más explícito, añadir un poco de fantasía compasiva a su
discurso, como hacen otros colegas, pero no le va mal, al menos no peor que a
otros. Es menos trabajoso, más elegante, y no ofende con la exhibición de calamidades muchas
veces falsas. Cada hora recoge las ganancias -siempre procurando dejar en la
cajita de cartón unas pocas monedas, las de cobre, que sirvan de reclamo- y, si
tiene hambre, entra y compra algo: un yogur, un zumo, unas galletas, pan, un
poco de fiambre. Erguido y orgulloso, con su cayado y su mochila, es un cliente
más. Que a nadie se le ocurra mirarlo diferente, ni siquiera cuando paga con
toda esa calderilla manoseada. Después
va al parquecillo y, a la sombra de un pino, despacha ceremoniosamente su
almuerzo.
Cuando
llega a casa está agotado. Le duelen las articulaciones, pero se siente bien:
en pie es otro hombre. Ya no está obligado a saludar. A la mujer con la que convive no le da nunca
las buenas noches cuando llega. Sería como exigirle a un pintor de brocha gorda
que, al volver a casa tras un día de agotadora faena, se pusiera a pintar el
salón. Cena y se acuesta, hasta el día siguiente en que, de rodillas sobre un
cartón, sentado sobre los talones, con el cayado al lado y la mochila tendida
junto a él como un perrillo dormido, a la puerta del supermercado, retome la
cantilena:
-Buenos
días, buenos días, buenos días.
Y
si hay suerte y buena voluntad:
-Grasias,
grasias, grasias.
martes, 4 de abril de 2017
PALOMAR (y II)
En la entrada precedente publiqué fotografías de un palomar en ruinas en Peñalba de San Esteban. Las que publico hoy también están tomadas allí, muy cerca del pueblo, junto a un cerrillo horadado de viejas bodegas. Mientras hacía las fotos, a la caída de la tarde, una bandada de palomas regresó con rumor y batir de alas. La estampa me pareció muy evocadora, de otro tiempo, quizá de mi lejana niñez en la que las palomas formaban parte de la vida -y de la dieta- campesina, y me compensó, en cierta medida, de la desolada impresión que me había producido contemplar el otro palomar abandonado y derruido, regresando lenta e ineluctablemente, a sus materiales primigenios: el barro de la tierra y las piedras del roquedal próximo. A veces solo hace falta tener un poco de paciencia y los signos benéficos sustituyen a los augurios nefastos.
Estas sencillas, hermosas y rotundas construcciones rurales forman parte, al mismo tiempo, del patrimonio material e inmaterial -pues están asociadas a nuestros sueños y recuerdos- de estas tierras. Tienen algo de casa y de templo, de granero y de refugio, La piedra y el adobe de que están fabricados fueron rescatados por manos artesanas de la indefinición de la tierra para convertirlos en monumento. Deberían estar protegidas pero, en una muestra más de incapacidad para conservar nuestra memoria, se están desmoronando ante nuestros ojos.
El día pliega
sus alas sobre el campo.
Volved, palomas
a vuestro hogar de adobe.
Allí os aguardan
los sueños arrullados,
la paz del círculo.
domingo, 2 de abril de 2017
PALOMAR (I)
Zurea el silencio
en los nidales fríos.
Alada ausencia.
Palomar arruinado a las afueras de Peñalba de San Esteban (Soria)
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