Cada bosque relicto es un regalo y una advertencia.
Refugiado en la umbría, este pequeño hayedo es un superviviente, una milagrosa excepción en un territorio castigado por siglos de roturación y pastoreo, una reliquia que nos habla de un tiempo remoto en que los árboles poblaban estas lomas pardas y peladas de las que las especies autóctonas desparecieron. Solo los pinos de repoblación -meritorio pero insuficiente sucedáneo de la verdadera vegetación- alivian un poco la yerma desnudez de estas Tierras Altas. Pero los pinos parecen no tener conciencia de las estaciones, mientras que estas hayas heroicas, esbeltas a fuerza de buscar la delicia de una luz escasa, se encienden ahora con los hermosos colores de su decadencia otoñal.
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