miércoles, 27 de agosto de 2025

PÁJAROS DE LA INFANCIA

 


                                                                    (Foto: Waste Magazine)


En nuestra infancia muchos de los pájaros que volaban a nuestro alrededor tenían un plumaje negro (tordos, cuervos), en blanco y negro (golondrinas, cigüeñas, vencejos, aviones, urracas), o de colores parduzcos y terrosos (gorriones, ruiseñores, alondras). Esta sobriedad cromática armonizaba bien con el espíritu sombrío de la época o les servía para camuflarse y desafiar nuestra inconsciente crueldad (producto también de aquellos tiempos). Sobre dos de ellos pesaba una prohibición ancestral no escrita, un tabú religioso que los convertía en intocables. Las golondrinas le habían arrancado las espinas de la corona a Cristo; las cigüeñas anidaban muy alto, muchas veces en sagrado, y servían de volátil excusa para no explicarles a los niños la elemental biología de la reproducción.

Pero existían unos pajarillos alegres de canto y de plumaje. Su nombre más común es jilgueros. Nosotros, remarcando sin saberlo su feliz rebeldía contra aquel mundo en blanco y negro, los llamábamos colorines.


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