Afrodisio Cabal y su hijo
Raúl Cabal mantienen opiniones muy divergentes sobre las expectativas
creadas por la Inteligencia Artificial. La brecha generacional que en épocas
anteriores separaba a padres e hijos por motivos ideológicos, religiosos o
morales, parece centrarse ahora en las consecuencias —estimulantes para la mayoría
de los jóvenes, apocalípticas para los mayores— que se derivan de una carrera
tecnológica que está a punto de escapar a nuestro control, si es que no lo ha hecho ya. A los negros
augurios del padre objeta el hijo relativizando los riesgos y desmitificando el
humanismo.
—¡Daos prisa, músicos,
escritores, artistas de toda condición a terminar vuestra obra, que viene el
Chato Gepeto a acabar con la ilusión de que sois creadores, a sustituir a las
musas por los algoritmos!
—La creación no es más
que «Ars combinatoria» y eso lo hacen infinitamente mejor las máquinas.
—No pararemos hasta hacer
que la realidad sea un colosal trampantojo.
—¿Acaso ha sido alguna
vez otra cosa?
—Seguimos en el siglo de
las siglas. De todas ellas las más terribles son las más sencillas: IA. La
vocal más cerrada junto a la vocal más abierta, como para encerrar todo el
espectro del lenguaje.
—Inteligencia
Artificial es una denominación innecesaria, un pleonasmo. Toda inteligencia,
también la humana, es artificio, construcción. La única inteligencia natural
imaginable sería la divina, pero, obviamente, Dios es otra creación de nuestra
inteligencia. Así que…
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