Era la última opción y no le apetecía
nada recurrir a ella, aunque sospechaba que muchos de sus colegas ya la utilizaban. Pero estaba completamente bloqueado. No es que tuviera el síndrome
de la página en blanco, era algo mucho más grave: el síndrome de la mente
definitivamente en blanco. Había entrado en pánico. Aquella maldita escena se
le resistía y eso que tenía casi todos sus ingredientes: escenario, personajes,
acción. Pero el diálogo se le negaba como si todos los personajes se hubieran
empeñado en ser mudos.
Tecleó los datos básicos de la escena
y esperó que la aplicación hiciera su trabajo y lo sacara del atolladero. No
tardó mucho la respuesta:
—Quod natura non dat ChatGPT
non praestat.
El guionista no daba crédito a lo que
leía. Aunque no sabía latín intuía que aquella frase tenía mucha retranca.
—Tradúcemelo —pidió, de todas formas.
—Que te dediques a otra cosa, hombre.
Soy inteligente, pero aún no sé hacer milagros.
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