martes, 18 de enero de 2022

LA GLORIETA

 



Era una rotonda como tantas otras en aquel país de innumerables rotondas. Y él era un automovilista como tantos otros en aquel país de automovilistas frenéticos. Hasta aquel día.  Había caído prendado de la voz de su navegador. Una voz femenina, seductora, imperturbable, sedante.

-Recalculando, recalculando, recalculando...

La voz misma de la amorosa paciencia.

-Recalculando, recalculando, recalculando.

Acababa de descubrir la belleza de circular en la perplejidad, de no verse obligado a tomar una dirección. No sabía cuándo abandonaría aquella rotonda. Se sentía en la gloria en aquella glorieta. Mientras tanto, escuchaba, como quien escucha una letanía o una pieza de música minimalista:

-Recalculando, recalculando, recalculando...


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