Desde su despacho enmoquetado, el planificador
había encontrado la solución definitiva para acabar
con la despoblación de la provincia: repoblarla con
vacas, cerdos y molinos de viento. Y, si aún sobraba
sitio, gallinas ponedoras, pollos de engorde, torretas
de alta tensión y eucaliptos. Y, si aún sobraba sitio,
geriátricos.Y si aún sobraba sitio, cultivos clandestinos de cannabis. Y, si aún sobraba sitio, un cementerio
nuclear. Para entonces ya no habría nadie para
protestar. La España llena.
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