Acababan de gritar su nombre desde el
corredor de la galería y, casi al instante, se abrió la puerta y se escuchó una frase rutinaria cebada de crueldad:
─Venga, valiente, que vamos de paseo.
Los demás lo miraron con aquella
mirada que conocía tan bien. Era la misma que él había dirigido otras veces al
elegido: una mezcla repulsiva, incoherente, de alivio y compasión infinita.
─¿No podrían esperar un poco a que
acabe?
─Hazte el gracioso, total...
Le quedada muy poco para terminar el
capítulo y estaba en lo más interesante.
El libro, muy manoseado, estaba lleno de tiras de papel cortadas de la revista Redención. Servían de marcapáginas que indicaban por dónde iba leyendo cada uno.
Antes de abrazar a sus compañeros, tomó su tira de papel y la colocó en el lugar en el que había dejado la lectura: el libro, con su infinita paciencia, quizá estuviera esperándolo en otra vida en la que le costaba creer.
(Basado libremente en una historia real)
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